(...) Nos medimos mil veces. Cada vez cuesta más, aunque nos sabemos fieles. Nos aferramos en este momento, tomando vino a carcajadas, golpeando alguna silla, tropezando la mesa y sacudiendo vasos. El tiempo se detiene mientras reímos. Caras iluminadas. Sonidos brillantes. Me aferro más fuerte, no lo quiero dejar ir, me hace bien. Pero entiendo que no lo debo sujetar eternamente. Suelto, fluye, vuela. La sonrisa del grupo evanesce
suavemente, distraídamente. Se aleja el momento. Apago el cigarrillo. Suspiro. Los miro y sonrío. Son mis hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario