Somos dos extraños lavados por la lluvia, desteñidos. Nuestros ojos no consiguen enfocarse. Mis ojos se pierden en la bruma que nos separa, tus ojos, ¿¡quién sabe hacia dónde miran!?
Ayer tu aire era mi aire. Tu respiración, mi respiración. Tu latir, nuestro latir.
Los recuerdos rechazan tu recuerdo, y este, desamparado, escurre entre mis ojos. Se escurre hacia la bruma para volverla más densa, más confusa.
Y es entonces inevitable arrancarme en versos apocados las palabras que quisiera decirte, y las que no, mientras me convenzo de que todo es efecto de una falta de causa.
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