Se sentía en caida libre cuando en sueños juntó todas sus angustias y las convirtió en lluvia. Pudo volar, se sintió libre. Creyó comprender de qué se trataba la mismísima existencia, pero esa burbuja explotó rápido.
La incertidumbre lo invadió y no pudo ser capas de distinguir si era él quien soñaba o si solo era en verdad una creación tan efímera como desease el verdadero ensoñador. Y si fuera así, ¿que pasaría con él? ¿Como terminarían sus días? ¿Tendrían final consiente? ¿O simplemente todo se desvanecería de un momento a otro con el despertar de "su creador"?
Los días eran menos a lo que estamos acostumbrados que lo que su nombre indica, entre las nubes, el cielo estaba siempre iluminado por el sol. No se despertaba, ni sentía estar cerca de hacerlo.
Decidió revisar cada aspecto de su nueva condición, después de todo ¿a quién no le intriga saber como es el la ausencia del cansancio?
Esto solo fue el principio, su preocupación surgió al darse cuenta que llevaba días en ese sueño.
Es importante aclarar que el siempre llevaba consigo un reloj de agujas algo descompuesto y medio maltratado. De alguna manera su reloj influía severamente sobre los astros que conformaban ese universo de origen tan extraño (y tan parecido) a él.
La atribución de este fenómeno al reloj no goza de brillantes deducciones, pero en una oportunidad con el sol casi en cenit, al detener el reloj y atrasar varios grados el minutero, notó como su sombra realizó un esfuerzo por alcanzar el cordón de la vereda.
Mientras me contaba la historia le escuché decir gracias en voz baja después de un bostezo, debe ser una tortura no poder bostezar.
Llegado el momento, descubrio que lo ocurrido en su “despertar” no fue casualidad, se encontraba en el lugar donde crece la lluvia, su desengaño fue producto de un cartel de supermercado, “Los mejores precios de todo el lugar en donde crece la lluvia”.
El Supermercado era sorprendente, pero me dijo que seguiría su historia otro día, el agua del termo ya se había acabado.
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