Cansado de cargar el peso extra de la ropa mojada salí a caminar. Faltaba algo, no era igual que otras veces. No pude encontrar respuestas, sin la luna sobre los edificios mi paseo era mas aburrido que de costumbre.
Angustiado decidí volver. Me detuve.
Definitivamente algo estaba pasando. No sabía donde estaba. Si bien mi sentido de orientación en algunas oportunidades fue motivo de risas al caminar en compañía de alguien en rol de guía, rara vez fallaba en plena ejecución del acto de caminar solo.
Un poco aturdido volví sobre mis pasos, a la esquina, para intentar encontrar el camino de regreso. Pretendí analizar las posibilidades teniendo en cuenta las imágenes que mas frescas estaban en mi memoria.
Recordaba haber doblado a mi izquierda, pero estaba muy seguro de que esa avenida la caminé en sentido contrario al del flujo vehicular. Esto no era compatible con la topografía de esa manzana, al menos no tenia mucho sentido adjudicar ambos recuerdos al mismo tramo de mi trayecto. Tal vez por alguna razón los automóviles, motos y bicicletas se habían complotado en circular en sentido contrario, o bien, solo caminaba en contramano a los autos y cambié de sentido para luego doblar.
La 2º opción era la más racional, y no tardé demasiado en descartar completamente la idea de la conspiración. Las dudas aumentaban, y mientras tanto, yo seguía perdido. ¿Por qué me detuve? ¿Por qué camine sobre mis pasos? ¿Donde estoy? ¿Qué me hizo doblar? ¿Qué pasa que no recuerdo el camino? Sentía que algo importante había ocurrido en el medio, pero no sabía qué. Siguió atacando el torbellino de dudas, pero ahora acompañado de una horrible sensación, mi cabeza se sintió centrifugada. Caí de rodillas al suelo y casi inmediatamente después me desplomé.
Al despertar estaba tirado en el frente de mi casa. Mis pensamientos parecían estar nuevamente ordenados. Me reincorporé, entendí que ya era de noche, y después de sacudirme algo de polvo y pedacitos de hojas secas, metí la mano en el bolsillo de la campera para sacar las llaves. Para mi sorpresa, además de las llaves encontré un papel que con una caligrafía excelente decía: “Gracias por tu ayuda, el vino del olvido casi está listo” firmaban Los Refutadores de Sueños.
Busqué la llave más grande, abrí la puerta y entré. Tomé dos aspirinas y me acosté, mi cabeza se rajaba.
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Cuanto quisiera que todo el dolor se convierta en solo una simple jaqueca.
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