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La Casa de Té

En mi barrio existió una casa de Té, donde cualquiera que se lo propusiese podía adquirir las más extrañas hierbas para la preparación de infusiones.
Vendían desde hierbas con distintos gustos, incluyendo una variedad sin sabor para los que no les gusta el té, hasta algunas poco convencionales pero bastante populares entre los vecinos.
Entre las variedades más recordadas se encuentran: una ya endulzada para los que tienen menos de 5 minutos, una que venia con tres cucharadas menos de azúcar para los despistados, una con gusto a mate cocido, una extraordinariamente especial que dibujaba una sonrisa en quién la probase y una que venía en saquito naranja que nadie podía decir a que sabía.
Varios coincidían en que los saquitos naranjas venían rellenos de una mezcla especial, un popurrí de lo mejor que se conseguía en la tienda. El saquito naranja era para esa persona que aún queriendo té le costaba decidirse.
Algunas malas lenguas comentaban por el barrio que el saquito naranja no era más que los restos de hierbas de la temporada anterior, todo lo que no se pudo vender. Y que además, muchas veces venia con altos porcentajes de hierbas negras, una infusión medicinal destinada a relajar gente hiperactiva. Siempre se supo que esto último era la excusa con la que los haraganes del barrio justificaban sus extendidos letargos mañaneros.
Talvez por esto, muchos lo recuerdan pero pocos conocen o reconocen su sabor. Con seguridad unos cuantos se privaron de probarlo gracias a estos rumores.
Yo en esos años solo entraba allí para tomar de una pequeña estantería en el fondo del local, mientras recibía varias miradas extrañas, uno o dos paquetitos de granos de café que se encontraban desamparados entre especias como romero, comino, albahaca y azafrán.
Todos recuerdan a la mujer que atendía la casa de té, a ella y a sus ojos vidriosos, que aunque de aspecto desatento, nunca dejaban a alguien desconforme con su deferencia.
Nadie sabe con seguridad que pasó con la casa de té, ni con la mujer que la atendía.
Lo último que se pudo escuchar de la boca de alguna vieja chusma fue que el local había sido desvalijado y que todas las hierbas se encontraban circulando por el mercado negro de oriente.
Hace unos años comencé a tomar té, y en ocasiones le siento un gusto muy diferente al que normalmente espero. Y es en dichas ocasiones cuando me alcanza el recuerdo de la casa de té y no logro evitar preguntarme si acaso no llegó a mi uno de esos saquitos naranjas con la etiqueta cambiada.
De cada saquito salía un té único e irrepetible, estoy casi seguro de haber probado varios.

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